Las sirenas están cautivas
en la guarida,
atrapadas por la luz,
tranquilas, añorantes,
en la duermevela.
Esperando.
Cuando las llaman
se liberan, enloquecen,
se soliviantan y aúllan;
destellando amarillo
en los caminos,
en los caminos,
royendo asfalto
en la búsqueda incierta.
Cuando las llaman
los presagios no son buenos.
Es mejor
no tener que llamarlas.
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