Saltó al vacío
con su niño
en el regazo,
no quiso extender
sus alas macizas,
ni un grito de terror.
Cayeron a plomo.
Aplastaron la tierra
con un crujido macabro.
Lo consiguió.
La sirena
llegó tarde,
nunca habría llegado.
Solo pudo mirar el desastre
y llorar por dentro
de impotencia y rabia.
Las lágrimas de la sirena
aún perduran en el tiempo.
Por el niño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario