He visto morir demasiadas veces,
demasiadas,
en muchos sitios,
de diferentes formas,
Muchas veces he llorado
tragándome las lágrimas,
aguantando el tipo
impotente,
cuando me gana la partida.
Tantas veces tan cercana,
habitual y persistente,
como una vieja amiga
que entra sin pedir permiso,
que te mira casi con ternura
en sus cuencas vacías,
con determinación,
¡tan fría!.
Cuando llegue el momento,
cuando sea mía,
la miraré
con la pregunta en la boca,
con la lección aprendida.
¿Ya es la hora,
ya es el día?.
Vamos muerte
vieja amiga.
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