Es tan grande el vacío,
fue tan grande la pena,
tan insufrible la ausencia...
Fue tan grande el golpe,
tan brutal, tan seco
que no lo pude asumir,
que todavía no lo asumo.
Solo me queda el dolor
enterrado en lo más hondo,
encerrado en lo más íntimo,
acallado, durmiente,
blindado tantos años.
El dolor
que hoy surge lacerante,
abriéndose en la carne,
esta carne devastada,
esta carne que me grita:
¡Encarna,
¿estás ahí?!.
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