Cada vez que suenan
languidas en la mañana,
su cara
y su presencia
están en el sonido.
Ella,
tan frágil ahora.
Cuando despertaba lenta,
cuando desayunaba presurosa,
cuando, en el tercer toque,
taconeaba en los guijarros
apoyada en mi brazo.
Gesto serio,
para cumplir el rito
que aferra al presente,
la llamada
de otros tiempos,
la rutina que remueve los recuerdos.
Cada vez que suenan
la añoro
y quiero verla.
Verla
antes de que empiecen
a doblar
por ella.
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