Así te llamaba
el maestro
en la Granada mora
donde aún resuena
su voz profunda y quebrada.
En su casa
siempre abierta,
el maestro sabio, jondo,
iconoclasta y visionario
te ofrecía manzanilla
en charlas eternas.
(Noches
de flamenco y jazz.
Hasta el alba)
Y rompíais
la música en mil pedazos
para componerla
soñando sonidos,
los dos, juntos,
etílicos e inspirados,
improvisados, libres.
(La Estrella y la Solea,
en el cielo y en el aire,
restregando baldosas,
mamando música
y genio puro.)
...Y el amanecer rayando.
Después.
Después de aquellas noches,
se podía acabar el mundo.
A Enrrique morente.
A Pat Metheny
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