jueves, 10 de octubre de 2019

TAJ MAHAL












Recién amanecido,
en  la azotea,
desde lejos,
la voz del muecín
llama a la oración.

El rosa
se convierte suavemente
en blanco marmoreo,
lentamente,
muy lentamente,
en segundos,
largos, muy largos,
mágicos.



Mas tarde,
dentro,
blanco inmaculado,
castigado por el sol 
inclemente.



Luego naranja,
casi rojo,
luego gris.

Desvaneciéndose el perfil,
luego azul,
que oscurece a negro
en el contraluz
de la puerta.


Ocaso,
casi noche...


No te veo,
ya no te veo.



Pero has quedado
para siempre.





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