De pronto
la oí,
esa voz de aguardiente,
hosca,
que hacía temblar
mis ocho años
hasta los cimientos...
Miré:
la misma cara,
el mismo bigote fino,
la mirada dura,
cara al sol,
el mismo cigarrillo
entre los labios
pasados por el tiempo....
En ese instante,
en esa fracción de segundo,
temblaron otra vez,
uno a uno,
todos mis cincuenta.
bonito poema, aunque bonico tenias que ser tu con ocho años...
ResponderEliminar