Los cristales, barrotes tranparentes,
se reflejan en los espejos junto a tu propia imagen.
La carne devastada,
el corazón herido,
las baldosas sucias por el polvo que los atraviesa.
Tu lúgubre carcel interior
te impide salir al jardín marchito
para cultivar flores de temporada.
Ya la lluvia acecha en el parterre
y el frío amenaza de muerte.
Sal y atraviésalos
y vive la vida,
lo que te quede de vida
si aun estas con vida.
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