miércoles, 3 de noviembre de 2021

ASILAH II


 


Llegada somnolienta
a la ciudad dormida,
casas anodinas y repetidas,
lentitud en la marcha,
casi indiferencia...

De pronto,
al doblar la esquina,
niños descalzos que se cruzan,
chillabas,pañuelos multicolores
que se aprietan, que golpean,
que avanzan,
gritan y gesticulan.

De pronto,
atrapado en la multitud
agolpada en los cristales,
sorpresa, casi miedo,
agobio en el habitáculo,
miradas rápidas
que no comprenden,
frases de alarma.



Poco a poco
avanzo delicado,
dejándome llevar
dentro del tumulto
que sigue su marcha
hacia ningún sitio
y se esfuma bruscamente 
en la nada...
Otra vez
calles vacías y somnolientas
en la siesta del sur.




Llegada alucinada
al hotel azul.
La mezquita,
el imán que desafina
en las madrugadas.
El guardacoches
que me increpa gesticulante.
El recepcionista
de la sonrisa perenne
y la amabilidad impostada.


El descanso.



La fiesta del cordero
ha comenzado,
los afiladores se instalan 
en las calles
trasegadas de corderos
cautivos,
a punto de degüello




Mercados vacíos,
suciedad acumulada,
tiendas cerradas,
pizzas congeladas,
camareros de manos sucias
y vaqueros apergaminados,
higiene inexistente,
comida aprensiva
y los intestinos llorando.




Al fin el mar.





Atardece,
la luz se difumina
antes de desaparecer.


Naranja incendiario,
amarillo voraz,
azul encendido.

El horizonte se derrama,
se desvanece,
y los niños juegan a contraluz.



Ocaso
que te eriza la piel,
que te inunda de belleza y sosiego.

Ocaso
tatuado a fuego
que se instaura en ti.


Para siempre.

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