Atacaron por la espalda
viles y cobardes estocadas,
con saña.
La novia
lloraba ensangrentada,
el joven conde
cayó muerto
con la sorpresa en la cara,
que solo tenía ojos
para su bella enamorada.
Los cobardes huyeron
en la noche que amparaba.
Unos dicen
que les dieron fuego,
ojos, lengua,
pies y manos cortadas.
otros dicen
que se apartó la mirada
y que la sangre joven
nunca fue vengada.
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A las puertas
del cielo,
el conde,
el de las manos bellas,
el de las manos blancas,
el de las manos crispadas,
él, que todo lo observaba,
no pudo dar
ni un mandoble con su espada.
No pudo hacer nada,
no pudo hacer nada...
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