lunes, 7 de junio de 2010

Homicidio involuntario

La maté
a la una de la tarde,
un siete de Junio.

No hubo
gritos ni golpes,
ni sangre,
ni pistolas ni cuchillos.
No hubo
sirenas ni policía,
ni delito.

Solo lágrimas.
Me la bebí una a una,
meticulosamente,
para no dejar rastro.

Ella sigue enfrente,
pasea delante de mis ojos
su horripilante metarmofosis
de mariposa
a mantis religiosa.

Metarmofosis de ida y vuelta.

Fugaz estrella que se apagó.
Ella ahora es transparente.

La maté
esa tarde,
y desde entonces
he dejado de fumar por enesima vez
y duermo un poco más tranquilo.

La maté.
Este poema es el arma homicida.

1 comentario:

  1. Balada rockera desgarrada. Todos, en algún momento, hemos cometido asesinatos de tinte emocional pero muy pocos saben plasmarlo en poesía como tu.

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